Si, eso me recuerda la primera vez que tu hermana me contó un cuento de cosecha propia. Tenía cinco años, casi seis, y estábamos en plena ola de frío siberiana, un fenómeno que cada vez se ha hecho más frecuente. Me hizo gracia, porque se suponía que era yo quien le iba a contar el cuento. Pero me dijo «Aló, hoy te voy a contar yo un cuento que me he inventado». Dice así:
El ratón y el hombre
Esto es un ratón que va por el mar, en barca claro, y se encuentra a un hombre que le dice «déjame subir, déjame subir», y el ratón le contesta: «no»
Llega a casa, se pone el pijama, y se acuesta a dormir. Y el hombre «déjame subir, déjame subir», pero como el ratón está dormido, pues no le entiende.
Por la mañana, suena el gallo, y se va otra vez con la barca por el mar y el hombre le dice «déjame subir, déjame subir» y el ratón le dice «no no no, no y no».
Y se va a casa. Y cuando llega, se pone a tocar el piano «tin, tin tin, tin tin». Pero suena muy mal, así que abre la tapa y mira dentro y está lleno de polvo. «¿Y ahora que hago?». «ah, tengo una idea».
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Curioso, ¿verdad?