Un café con Leire

Relatos, citas, reflexiones… y alguna cosa más.

Quiero escribir

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Quiero escribir pero no puedo. ¿Por qué? No lo sé. Solía sentarme a escribir y siempre me faltaba tiempo. Ahora me sobra. Las historias se amontonaban en mi cabeza, una tras otra, y mi libreta de ideas siempre estaba llena. Cerraba los ojos y las palabras fluían, como el agua buscando su camino, desde la cabeza hasta los dedos. Escribía de todo: fantasía, terror, humor, ciencia ficción, steampunk… no había género que se me resistiese. Ahora ese torrente se ha secado, solo quedan los cantos rodados, las rocas demasiado pesadas que no se pudo llevar la corriente. No quedan plantas, ni algas, ni peces ni insectos. Está yermo, falto de vida.

Cierro los ojos y pienso en lo que quiero contar. Los abro y mis dedos siguen parados, la hoja en blanco. Ah, la música, la música épica que me ponía para escribir y ayudaba a meterme en la historia. Es buena música, sinfónica, instrumental, de videojuegos y películas, inspiradora. La hoja sigue en blanco.

No lo tengo claro, por eso no fluye. No encuentro lo que quiero contar, por eso no escribo. Pienso mucho, muchísimo. Pensamientos que se entrelazan unos con otros, como las ramitas trepadoras del jazmín. Pero ni una sola flor.

Lo que me falta es volver a coger ritmo, seguro. Desempolvo mis cursos de escritura. Leo. Leo mucho. Toca realizar los ejercicios. Nada. Me fuerzo, me obligo. Las letras van formando palabras, las palabras frases y las frases párrafos. Por fin escribo. Leo el resultado. Pobre, malo, insípido.

Voy a internet, a leer sobre ello. “Síndrome de la página en blanco”, se llama. Muy descriptivo, sin duda. Sigo los pasos, los consejos, las recomendaciones. Muy bonita la teoría, para variar. Y muy disociada de la práctica, para variar. Si fuese tan fácil ni siquiera estaría documentado. ¿Cómo lo conseguía antes, escribir cada vez que tenía oportunidad? ¿Qué ha cambiado? La respuesta a la segunda pregunta es fácil. Dos años sin escribir, con oposición fracasada de por medio, tienen la culpa. Cuando busco respuesta a la primera pregunta solo me vienen nuevas preguntas: ¿He perdido la ilusión? ¿Ya no me llena? ¿Me estoy obligando a seguir una pasión que lo fue en su día y ya no lo es? Son preguntas de difícil respuesta, que me obligan a adentrarme en mí mismo, en los pasillos oscuros, lúgubres y terroríficos de los miedos y las desilusiones, de las justificaciones y los culpables. No, no quiero, no es el momento. Yo solo quiero escribir. ¿Sí? ¿Solo quiero escribir? Me estoy haciendo la zancadilla a mí mismo.

Tengo ideas apuntadas para nuevos relatos, una novela a medias. Quiero escribir. ¿Y por qué tanta pereza? ¿Por qué tantos peros? ¿Por qué tantas preguntas? Por un lado hay algo que me impide seguir, pero por otro no estoy muy seguro de querer descubrir qué es, no vaya a ser que sea una verdad tan evidente y absoluta que me haga abandonar la escritura definitivamente.

En algún lugar leí que uno no se puede sentir escritor hasta que no ha finalizado su primera novela. ¿Qué tontería es esa? Puedes escribir relatos cortos, cientos de ellos, y sentir que eres escritor. No creo que lo que uno sienta esté directamente relacionado con finalizar una novela. Pero cada uno siente como le da la gana. Yo me sentía escritor y, ahora, dos años después de dejarlo, me siento igual que cuando empecé: un pringao. La diferencia entre antes y ahora es que no tengo la ilusión de recorrer un camino nuevo, sino la pesadez en las piernas de tener que volver a hacer el mismo camino. ¿No dicen que la verdadera experiencia no está en alcanzar el objetivo sino en lo que aprendes por el camino? ¿No debería ser ese mi acicate para continuar, para seguir, para sentarme en cuanto pudiese, para escribir mierda, basura, bazofia y porquería, hasta conseguir de nuevo soltura y que mis textos vuelvan a tener cierta calidad, tanto de ideas como de prosa y estructura? Pues sí que debería.

Así que para conseguirlo debo volver a encontrar mi estilo propio, mi voz, volver a contar historias bonitas como “La piedra de valor”, graciosas como “La máquina del tiempo”, “La vida de Ku” o “Prendas y colores”, incómodos como “El certificado” o “Nunca pasa nada”, sobrecogedoras como “La fuga”. Volver a transmitir emociones y que el texto tenga vida propia una vez escrito. Estructurar bien, muy bien, de manera que todo encaje con naturalidad. Crear personajes completos, auténticos, aunque solo sea para relatos de tres mil palabras.

Ahora lo veo claro. Tengo que correr una maratón y tengo las piernas cansadas. A partir de ahora es cuando entra en juego la fortaleza mental, lo que convierte a un buen tenista en un Rafa Nadal, y no tiene que ver con los resultados.

Simplemente entrenar, entrenar, entrenar.

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13 pensamientos en “Quiero escribir

  1. !!!Hola Celembor!!!! Te escribo desde Medellín, mi casa desde hace casi 4 años.
    Nos has privado de tus relatos durante mucho tiempo….
    Lo que cuentas es horrible. Debe serlo para un escritor. Pero el caso es que me encanta cómo lo cuentas, me llega, haces que se entienda. Solo un escritor puede expresarlo de esa forma. Párate a pensar en esto un rato.
    Mi recomendación casera: lee «On Writing», de Stephen King. Te encantará, te motivará y te ayudará.
    Un fortísimo abrazo desde este lado del mundo.

    • ¡¡Hola Senosvalavida!! ¡Cuánto tiempo!
      Muchas gracias por tus palabras, me animan. Y voy comprar el libro que me recomiendas, que no es la primera vez que me hablan de él.
      Otro abrazo para ti.

  2. Por cierto, ¿por qué no linkeas los títulos que has nombrado en el post para que podamos leer o re-leer los relatos?

  3. Ian Blázquez en dijo:

    Celembor, cuánto suscribo yo mucho de lo que dices. Y al igual que tú, no hallo/hallé respuestas. Lo único que pude hacer es ahogarme en el silencio. Estuve al menos, pues eso, dos años. Me llegó de repente; utilicé metáforas para describirlo. Durante esa “sequía verbal”, solo podía hablar del bloqueo y el silencio. De volver o no. De poder o no. De querer o no. De la desgana también. Desmotivación. Desilusión. Desastre. No sé de dónde te vienen a ti tus ganas; de qué lugar surgió la necesidad o el talento. Cuál fue tu motor. Para mí, estos dos años han estado ligados a situaciones emocionales y personales que nada tenían que ver con escribir, pero que irremediablemente lo afectaban. Entonces si a penas me daban las… piernas para salir de la cama, salir de casa, ¿cómo me iban a dar para escribir cuentos o lo que fuese? Pero bueno, se sale… Poco a poco…
    Decidí volver a lo que me llevó a escribir, y eso fue leer. Leer a otros, leer novelas. Leer cuentos, relatos, historias. Sin esperar a que la inspiración volviese. Solo leer por placer: por viajar en la mente, por descubrir un nuevo estilo de relatar. Para fijarme en cómo otros autores usan sus comas y sus puntos, y las rayas. Qué imágenes o metáforas emplean. Qué situaciones me transmiten y cómo lo hacen, su estilo y voz. Y en eso volvió un poco las ganas de escribir. Yo, que hasta nada, tenía casi aceptado que había “perdido el talento”, que había perdido mi estilo y mi voz, o que había perdido la motivación para escribir. Yo, que estaba casi convencido de que tenía que dejar de escribir, que “no era lo mío”… Fue también otro bajón. Era lo único que —yo sentía— se me daba bien, y que además me gustaba. Porque me encanta escribir. “Pero si no da, no da”.
    Y aunque no he salido de la tormenta, he cogido un poco de momento. Cuánto me va a durar, no lo sé; ni pienso en ello. De nada sirve obsesionarse por el mañana, por lo que puede o no pasar. Así que estoy ahora deshaciéndome de borradores. Todos los borradores que he acumulado durante todos estos años, innecesariamente. Depurarme del apego irracional, de la obsesión por guardar y no compartir porque “no es lo suficientemente bueno”. Si es bueno o si es malo… ya no depende mucho de mí, ¿no? Lo llamo “limpieza letril” (porque me recuerda a “letrina”; a expulsar la inmundicia). Hay borradores que no entiendo ya, donde los sentimientos han cambiado. De repente hay comas mal colocadas, sentimientos mal expresados o ambiguos. Hay ideas que han dejado de tener sentido… Y he descubierto que hay prosa que ahora se convierte en verso.
    Este periodo de silencio me ha transformado. Siento que he perdido el estilo y la voz, pero yo me lo tomo como una oportunidad para reencontrar mi estilo, si es otro, y mi voz, que es otra. Y al revisitar el pasado, este también se transforma. Los textos se transforman y adquieren nuevos significados… Quizá mejores, quizá peores. Pero son otros. Este periodo también tiene sus historias, ¿por qué no son también válidas?
    No dejes de intentarlo. Si te apasionó una vez, si te movió; tus historias siguen ahí, en el fondo. A lo mejor tienes que enterrarte o a lo mejor tienes que cerrar el hoyo y abrir uno nuevo, lo que te venga mejor… O lo que te salga mejor.

    Aguanta. Algunas veces (como fue conmigo) hay que dejarse llevar por la sequía —o la riada de silencio en mi caso— y ver a dónde me lleva, qué me lleva a decir y a pensar. Qué cosas se forman, si feas o bellas, si viejas o nuevas; si conocidas o desconocidas. Y explorar… Se hace repetitivo, pero a lo mejor eso también es una forma de procesar esto. Repetirse y repetirse, y repetirse hasta que no se pueda más.

    Un saludo,

    Ian.

    • Muchas gracias Ian, más que un comentario es una entrada entera. Es muy interesante lo que comentas.
      No dejaré de intentarlo 😀
      Saludos!

    • Marius (aka Pafman) en dijo:

      Vaya Celem, iba a dejarte un comentario partiendo de mi experiencia, pero leyendo lo que dejó Ian creo que ahí está todo lo que venía a decirte: Todos hemos tenido momentos de sequía (yo ahora mismo ando en ello) y quizás, como bien dice Ian, lo que sucede es que has cambiado, de estilo, de forma de ser, intereses o tal vez son otras las cosas de las que te apetece escribir y sobre las cuales no estas habituado a hacerlo… yo he pasado por este tipo de bache muchas veces y hay algo que siempre funciona: durante estos periodos tan frustrantes probablemente lo único sobre lo que se me daba bien escribir era sobre la melancolía, pues ese era el estado que me embargaba.
      Dale rienda suelta pues; al fin y al cabo, esta entrada está impregnada de ella, usa el desasosiego por la falta de inspiración como fuente de inspiración, parte de la nada.

  4. Te echaba muchísimo de menos. Sólo puedo darte ánimos y no soluciones, pero aquí estamos para leer lo que vaya saliendo.

  5. Añado un comentario del libro de Steven King «mientras escribo», que viene al hilo: Me salieron muchas páginas sin garra, como de aprendiz, pero al menos salían. Luego las sepultaba en el último cajón del escritorio y pasaba al proyecto siguiente. Poco a poco volví a encontrar el ritmo, y después la alegría. Volvía como cuando se vuelve a la casa de campo después de un largo invierno y se empieza comprobando que no hayan robado ni roto nada durante los meses de frío. Estaba todo intacto; todo en su sitio, completo.

    • !!!Ya te estás leyendo el libro!!! Reconozco ese párrafo, aunque me lo leí en su idioma original y claro, cambia un poco… Ya verás como te ves reflejado en cada página…

  6. Ánimo y un fuerte abrazo, amigo. Volverás a recuperar ese don que tanto nos hace disfrutar.

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